viernes, 24 de febrero de 2012

Violencia de género y VIH/ SIDA, Hoja Informativa 3

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http://www.scribd.com/doc/96436220/Hoja-Informativa-3    


      En sus inicios, la epidemia afectaba mayormente a hombres; los datos actuales reflejan que del total de personas con VIH y sida en el mundo, el 50 por ciento son mujeres (ONUSIDA, 2008). Es importante indicar que muchas de las mujeres que han adquirido el VIH o que se encuentran en riesgo de adquirirlo, no consideran que practiquen conductas de alto riesgo, pues se encuentran frecuentemente casadas o en una relación monógama. Ante esos cambios en la epidemiología, se ha puesto atención al significativo y acelerado incremento del número de mujeres que viven con VIH, fenómeno que se ha denominado “feminización de la pandemia del VIH”. Dicho fenómeno exige dirigir la mirada hacia factores estructurales de desigualdad de género que hacen a las mujeres más susceptibles de una transmisión del VIH.

    En 1993, la violencia de género fue definida por la ONU como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción, o la privación arbitraria de la libertad tanto si se produce en la vida pública o privada”. Ello llevó a que la Organización Mundial de la Salud reconociera que “incluye prácticas tradicionales que atentan contra la mujer, la violencia ejercida por personas distintas al marido, la explotación; violencia física, sexual y psicológica en la comunidad, incluidas violaciones, abusos sexuales, hostigamiento, intimidación en el trabajo, la escuela u otros sitios, tráfico de mujeres, la prostitución forzada; y la violencia física, sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el estado, donde quiera que ocurra”.

    En este tenor, se han resaltado tres mecanismos en los cuales la violencia de género, en sus múltiples formas, incrementaría la vulnerabilidad a la transmisión del VIH en las mujeres. El primero de ellos es el sexo coercitivo con una pareja infectada, el segundo la violencia como limitante de la habilidad de la mujer para negociar comportamientos preventivos como el uso del condón; y finalmente el abuso sexual o físico durante la niñez, que ha sido asociado a comportamientos sexuales de alto riesgo durante la adolescencia y la edad adulta. Se ha afirmado también que la amenaza de violencia “impide que las mujeres accedan a la información sobre el VIH, se sometan a la prueba del VIH, revelen su estado serológico respecto al VIH, accedan a los servicios de prevención de la transmisión del VIH a los lactantes, y reciban tratamiento y asesoramiento, incluso cuando saben que se han “infectado” (ONUSIDA). La violencia se presenta no sólo como causa del sida, sino también como consecuencia: cuando se revela que se está viviendo con el virus, las mujeres pueden ser atacadas o excluidas a causa del estigma relacionado con la pandemia.

    La violencia institucional constituye uno de los factores de vulnerabilidad de las mujeres ante la pandemia. El imperante orden de género permea las construcciones socioculturales, así como instituciones y arreglos sociales. En ese sentido, la gran mayoría de los programas de prevención de sida para mujeres implementados por las instituciones públicas en México, participan de dicha dinámica, pues se han limitado a la intervención en grupos que son consideradas como “vectores”: trabajadoras sexuales y mujeres embarazadas, reforzando de esta manera los estereotipos de las mujeres. La violencia institucional no es sólo privar de lo que se tiene, sino también de la posibilidad de desarrollar capacidades. Entonces, se puede afirmar que las campañas de prevención de sida que refuerzan estereotipos de género y la inacción del Estado frente la vulnerabilidad de las mujeres ante el sida, constituyen formas de violencia institucional de género al negar posibilidades de acción de las mujeres ante una posible transmisión del VIH. Por ejemplo, algunos expertos en sida, por caso, frente a las dificultades de las mujeres para “negociar” la utilización del condón, recomendaron que se cambiara todo el enfoque hacia la promoción y el entrenamiento en el uso de los condones por parte del varón en lugar de explorar estrategias par fortalecer la capacidad de las mujeres para protegerse. Con esto se niega toda posibilidad de acción en la prevención de la transmisión de la pandemia por parte de las mujeres.

Fuente: 

Cecilia Garibi González. “La compleja relación violencia de género-sida. Un acercamiento a la violencia institucional como factor de vulnerabilidad de las mujeres ante el VIH”. Sexualidad, Salud y Sociedad. Revista Latinoamericana 3 (2009): pp. 82-105.

¿Por qué hablamos de la feminización de la Pandemia de VIH/SIDA? Hoja Informativa 2

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http://www.scribd.com/doc/96436200/Hoja-Informativa-2    


      La especificidad del VIH/SIDA en las mujeres está lejos de ser un problema de salud pública reconocido, y más aún de ser considerado una prioridad dentro de las políticas de salud dirigidas a la atención y prevención de la epidemia. Muchos de los programas que tanto los gobiernos como las instituciones y organizaciones han desarrollado, no han sido orientados específicamente hacia las mujeres. El haber impulsado el concepto de grupos de riesgo, durante la primera década de la epidemia, entre otros problemas, ha traído como consecuencia que a las mujeres como tal no se les considere como un sector de la población en riesgo.

    Ante un panorama de crecientes necesidades y decrecientes recursos, el debate está entonces directamente relacionado con la capacidad que cada grupo logra adquirir, para hacerse consciente del problema, en primer lugar, y volverlo visible, en segundo, lo que necesariamente implica debates y negociaciones. Es así como actualmente se discute si las intervenciones deben seguir dirigiéndose mayoritariamente a aquellos grupos tradicional y poco felizmente considerados "de riesgo" - típicamente hombres con prácticas homosexuales y trabajadoras/es sexuales en las grandes ciudades -, o si debiese optarse por una estrategia más abarcadora, cuya "población blanco" serían los y las adolescentes, las "amas de casa" o la población rural, de forma general. Esta segunda estrategia obviamente plantea mayores desafíos, dada la dificultad para acceder a estos amplios y heterogéneos sectores, de manera efectiva.

    Lo cierto es que más allá de la polémica, no puede negarse que, aun cuando el VIH/SIDA siga prevaleciendo a nivel global en población masculina, urbana y con prácticas homosexuales o bisexuales, la tendencia internacional muestra claramente que esta epidemia cada vez afecta más fuertemente a la población femenina, en particular a la más pobre y carente de poder.

    La desigualdad de poder que tradicionalmente ha desfavorecido a las mujeres, junto con la dificultad de muchas de ellas para acceder al ingreso, la educación, la información o la atención adecuada de la salud, se combinan para formar un cuadro de escasa capacidad para hacer visible su situación y negociar derechos, tanto en la vida doméstica como en las arenas públicas. Es preciso reconocer que la mayoría de las mujeres de nuestra región se encuentra en esta situación, lo que las coloca en un lugar de gran vulnerabilidad frente a la posibilidad de contagio de ITS/SIDA, no sólo en prácticas, sino en general en una vida marcada por el riesgo.

    El llamado de atención sobre la particular vulnerabilidad de las mujeres es relativamente reciente. Se ha señalado que esta vulnerabilidad tiene múltiples caras: biológica, epidemiológica, social y cultural. Se ha comprobado que en la relación heterosexual la mujer es biológicamente más vulnerable por varios motivos: primero, la zona de exposición al virus durante la relación coital es de mayor superficie en la mujer, segundo, ésta por lo general asume la posición pasiva en la relación, y tercero, la carga viral es mayor en el semen que en los fluidos vaginales que se ponen en contacto al mantener relaciones sexuales. Epidemiológicamente, si bien la proporción de mujeres que se infectan sigue siendo menor que la de los hombres, ha aumentado a una velocidad preocupante en casi todo el mundo, siendo crítica en algunos países de Africa Sub-sahariana donde incluso está sobrepasando a la de los hombres. Socialmente, las mujeres del tercer mundo siguen teniendo menor acceso a la educación y al ingreso, lo que las vuelve más dependientes de los varones y con escasas posibilidades de acceder a información y servicios adecuados de salud. Culturalmente, la ideología tradicional de las relaciones de género dificulta una mejor posición de las mujeres para negociar prácticas de sexo más seguro con sus parejas. Esto sucede por ignorancia o aceptación de las múltiples parejas de sus compañeros –con frecuencia de ambos sexos -, y porque la moral de género no permite a la mujer hablar abiertamente de sexo, si no desea verse como sospechosa de "mala mujer".

    La ideología de género está presente incluso en los enfoques de prevención y atención mejor intencionados, al considerar a las mujeres como agente transmisor del virus - y pocas veces como víctima ella misma-, en sus dos acepciones más clásicas: como "madre", transmitiendo el virus a su bebé - cuyos derechos tienden a prevalecer por sobre los de su madre -, o como "prostituta", contagiando a otros hombres que eventualmente contagiarán a sus parejas. Existe poca conciencia sobre la vulnerabilidad y derecho a la salud de las mujeres en tanto tales y, desafortunadamente, con frecuencia también en las propias mujeres.

    Dentro de esta situación general; sin embargo, pueden identificarse grupos más vulnerables que otros: en primer lugar las mujeres de los sectores sociales desfavorecidos y dentro de ellos, el grupo de las niñas y adolescentes - tanto por la inmadurez de su aparato reproductor como por deficiencias en la educación sexual-, el de las mujeres cuya pareja está particularmente expuesta a incurrir en prácticas de riesgo - por ejemplo las mujeres de migrantes temporarios - y finalmente el de las mujeres que intercambian sexo por dinero o drogas, que si bien ya ha sido objeto de muchas intervenciones, sigue constituyendo un grupo vulnerable cada vez más numeroso. Muchas mujeres, de hecho, pertenecen a varias de estas categorías al mismo tiempo.

   Revertir esta situación, lo sabemos, es un reto de largo aliento. No es fácil cambiar relaciones de poder arraigadas desde tiempos inmemoriales ni acabar con desigualdades sociales que tienden a agudizarse, en particular en nuestra región. Reconocemos que la epidemia del VIH/SIDA no espera a que esta utopía sea una realidad, y que requiere de intervenciones efectivas y urgentes. Pero creemos que la tarea no debe aplazarse, no sólo por parte de las autoridades que tienen en sus manos la toma de decisiones alrededor de estos problemas, sino fundamentalmente por parte de quienes están más cerca de las personas afectadas y de los sectores más vulnerables. Se ha comprobado que las intervenciones más efectivas son aquellas basadas en la comunidad, es decir las que se dan entre iguales. Esta tarea implica un paso previo: el de dotar de poder a las propias mujeres. Afortunadamente cada vez son más quienes han tomado conciencia y dado pasos en esta dirección. Las organizaciones de mujeres que creativamente están diseñando acciones y estudios dirigidos al tema específico de la mujer y el VIH/SIDA, aumentan año con año en toda la región, incluido México.

Fuentes:
  • Ankrah EM. 1999. "Issues and Challenges in female-controlled prevention: an overview". Culture, Health & Sexuality, vol. 1 n° 1.
  • Bongaarts J. 1996. "Global Trends in AIDS Mortality". Population and Development Review. Vol. 22 n° 1.
  • Marzo. Hernández M, Vandale S, Liguori AL. (Eds.). 1995. "Enfoques de Investigación sobre el VIH-SIDA y la salud reproductiva de las mujeres". México, Instituto Nacional de Salud Pública, Perspectivas, Núm. 19.
  • Liguori AL. 1996. "El SIDA y la Salud Reproductiva". Mujer: Sexualidad y Salud Reproductiva en México. Langer A, Tolbert K (Eds.). EDAMEX: México. El Colegio de México, Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer. 1994.
  • "Mujer y SIDA", Jornadas 121, México. Rico B, Vandale S, Allen B, Liguori AL. (Eds.). 1997. "Situación de las Mujeres y el VIH-SIDA en América Latina". Instituto Nacional de Salud Pública, México.
  • Roth N, Hogan K. 1998. Gendered Epidemic. Representations of Women in the Age of AIDS. Routledge, New York and London.

martes, 21 de febrero de 2012

¿Qué es el VIH/SIDA? Hoja Informativa 1

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    VIH (virus de inmunodeficiencia humana) es el virus que produce la enfermedad del SIDA. Este virus pasa de una persona a otra a través del contacto de sangre con sangre (transfusiones sanguíneas, agujas infectadas con VIH y contacto sexual). Además, una mujer embarazada infectada puede contagiar a su bebé con el virus VIH durante el embarazo, el parto o la lactancia.

     El SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) se adquiere cuando la infección VIH debilita el sistema inmune del individuo de tal modo que le resulta difícil luchar contra ciertas enfermedades e infecciones. También se presentan infecciones "oportunistas" que aprovechan la oportunidad que les brinda el sistema inmune debilitado y producen enfermedad.

    La epidemia de VIH/sida en México es un problema de salud pública cuyos orígenes se remontan a 1983, cuando fueron diagnosticados los primeros casos en el país. Como en otros países de América Latina, el crecimiento del número de portadores y portadoras aumentó de manera sostenida y exponencial durante los primeros años. La intervención de la sociedad civil y el gobierno han logrado mantener la epidemia en niveles estables, aunque cada año se suman nuevos casos a la estadística.

    A continuación presentamos datos del Registro Nacional de Casos de SIDA al 15 de Noviembre del 2010 CENSIDA:

Grupos de edad
Hombres
Mujeres
Total

Casos
%
Casos
%
Casos
15 años
1,798
1.5
1,555
6.1
3,353
15- 29 años
34,363
29.0
8,487
33.0
42,850
30 -44 años
58,017
49.0
10,701
41.7
68,718
45 y mas años
23,361
19.7
4,792
18.7
28,153
Se desconoce
905
0.8
148
0.6
1,053
Total
118,444
100.0
25,683
100.0
144,127

    México fue uno de los primeros países en prohibir el comercio de la sangre a raíz del descubrimiento de los medios de transmisión del VIH. Precisamente esta actividad es señalada como uno de los hechos que contribuyó a la rápida difusión del virus en el país. En la medida que se descubrieron terapias antirretrovirales, los grupos de portadores y portadoras organizadas presionaron al gobierno para que facilitara el acceso a estos medicamentos. Como consecuencia, los medicamentos antirretrovirales se distribuyen de manera gratuita a través de las instituciones que componen el Sistema Nacional de Salud.

Fuentes de información:
  • http://es.wikipedia.org/wiki/VIH/sida
  • 25 años de SIDA en México Logros, Desaciertos y Retos. Villalobos Córdova y Colaboradores, primera edición 2008, Instituto Nacional de Salud Pública y CENSIDA.