viernes, 24 de febrero de 2012

¿Por qué hablamos de la feminización de la Pandemia de VIH/SIDA? Hoja Informativa 2

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http://www.scribd.com/doc/96436200/Hoja-Informativa-2    


      La especificidad del VIH/SIDA en las mujeres está lejos de ser un problema de salud pública reconocido, y más aún de ser considerado una prioridad dentro de las políticas de salud dirigidas a la atención y prevención de la epidemia. Muchos de los programas que tanto los gobiernos como las instituciones y organizaciones han desarrollado, no han sido orientados específicamente hacia las mujeres. El haber impulsado el concepto de grupos de riesgo, durante la primera década de la epidemia, entre otros problemas, ha traído como consecuencia que a las mujeres como tal no se les considere como un sector de la población en riesgo.

    Ante un panorama de crecientes necesidades y decrecientes recursos, el debate está entonces directamente relacionado con la capacidad que cada grupo logra adquirir, para hacerse consciente del problema, en primer lugar, y volverlo visible, en segundo, lo que necesariamente implica debates y negociaciones. Es así como actualmente se discute si las intervenciones deben seguir dirigiéndose mayoritariamente a aquellos grupos tradicional y poco felizmente considerados "de riesgo" - típicamente hombres con prácticas homosexuales y trabajadoras/es sexuales en las grandes ciudades -, o si debiese optarse por una estrategia más abarcadora, cuya "población blanco" serían los y las adolescentes, las "amas de casa" o la población rural, de forma general. Esta segunda estrategia obviamente plantea mayores desafíos, dada la dificultad para acceder a estos amplios y heterogéneos sectores, de manera efectiva.

    Lo cierto es que más allá de la polémica, no puede negarse que, aun cuando el VIH/SIDA siga prevaleciendo a nivel global en población masculina, urbana y con prácticas homosexuales o bisexuales, la tendencia internacional muestra claramente que esta epidemia cada vez afecta más fuertemente a la población femenina, en particular a la más pobre y carente de poder.

    La desigualdad de poder que tradicionalmente ha desfavorecido a las mujeres, junto con la dificultad de muchas de ellas para acceder al ingreso, la educación, la información o la atención adecuada de la salud, se combinan para formar un cuadro de escasa capacidad para hacer visible su situación y negociar derechos, tanto en la vida doméstica como en las arenas públicas. Es preciso reconocer que la mayoría de las mujeres de nuestra región se encuentra en esta situación, lo que las coloca en un lugar de gran vulnerabilidad frente a la posibilidad de contagio de ITS/SIDA, no sólo en prácticas, sino en general en una vida marcada por el riesgo.

    El llamado de atención sobre la particular vulnerabilidad de las mujeres es relativamente reciente. Se ha señalado que esta vulnerabilidad tiene múltiples caras: biológica, epidemiológica, social y cultural. Se ha comprobado que en la relación heterosexual la mujer es biológicamente más vulnerable por varios motivos: primero, la zona de exposición al virus durante la relación coital es de mayor superficie en la mujer, segundo, ésta por lo general asume la posición pasiva en la relación, y tercero, la carga viral es mayor en el semen que en los fluidos vaginales que se ponen en contacto al mantener relaciones sexuales. Epidemiológicamente, si bien la proporción de mujeres que se infectan sigue siendo menor que la de los hombres, ha aumentado a una velocidad preocupante en casi todo el mundo, siendo crítica en algunos países de Africa Sub-sahariana donde incluso está sobrepasando a la de los hombres. Socialmente, las mujeres del tercer mundo siguen teniendo menor acceso a la educación y al ingreso, lo que las vuelve más dependientes de los varones y con escasas posibilidades de acceder a información y servicios adecuados de salud. Culturalmente, la ideología tradicional de las relaciones de género dificulta una mejor posición de las mujeres para negociar prácticas de sexo más seguro con sus parejas. Esto sucede por ignorancia o aceptación de las múltiples parejas de sus compañeros –con frecuencia de ambos sexos -, y porque la moral de género no permite a la mujer hablar abiertamente de sexo, si no desea verse como sospechosa de "mala mujer".

    La ideología de género está presente incluso en los enfoques de prevención y atención mejor intencionados, al considerar a las mujeres como agente transmisor del virus - y pocas veces como víctima ella misma-, en sus dos acepciones más clásicas: como "madre", transmitiendo el virus a su bebé - cuyos derechos tienden a prevalecer por sobre los de su madre -, o como "prostituta", contagiando a otros hombres que eventualmente contagiarán a sus parejas. Existe poca conciencia sobre la vulnerabilidad y derecho a la salud de las mujeres en tanto tales y, desafortunadamente, con frecuencia también en las propias mujeres.

    Dentro de esta situación general; sin embargo, pueden identificarse grupos más vulnerables que otros: en primer lugar las mujeres de los sectores sociales desfavorecidos y dentro de ellos, el grupo de las niñas y adolescentes - tanto por la inmadurez de su aparato reproductor como por deficiencias en la educación sexual-, el de las mujeres cuya pareja está particularmente expuesta a incurrir en prácticas de riesgo - por ejemplo las mujeres de migrantes temporarios - y finalmente el de las mujeres que intercambian sexo por dinero o drogas, que si bien ya ha sido objeto de muchas intervenciones, sigue constituyendo un grupo vulnerable cada vez más numeroso. Muchas mujeres, de hecho, pertenecen a varias de estas categorías al mismo tiempo.

   Revertir esta situación, lo sabemos, es un reto de largo aliento. No es fácil cambiar relaciones de poder arraigadas desde tiempos inmemoriales ni acabar con desigualdades sociales que tienden a agudizarse, en particular en nuestra región. Reconocemos que la epidemia del VIH/SIDA no espera a que esta utopía sea una realidad, y que requiere de intervenciones efectivas y urgentes. Pero creemos que la tarea no debe aplazarse, no sólo por parte de las autoridades que tienen en sus manos la toma de decisiones alrededor de estos problemas, sino fundamentalmente por parte de quienes están más cerca de las personas afectadas y de los sectores más vulnerables. Se ha comprobado que las intervenciones más efectivas son aquellas basadas en la comunidad, es decir las que se dan entre iguales. Esta tarea implica un paso previo: el de dotar de poder a las propias mujeres. Afortunadamente cada vez son más quienes han tomado conciencia y dado pasos en esta dirección. Las organizaciones de mujeres que creativamente están diseñando acciones y estudios dirigidos al tema específico de la mujer y el VIH/SIDA, aumentan año con año en toda la región, incluido México.

Fuentes:
  • Ankrah EM. 1999. "Issues and Challenges in female-controlled prevention: an overview". Culture, Health & Sexuality, vol. 1 n° 1.
  • Bongaarts J. 1996. "Global Trends in AIDS Mortality". Population and Development Review. Vol. 22 n° 1.
  • Marzo. Hernández M, Vandale S, Liguori AL. (Eds.). 1995. "Enfoques de Investigación sobre el VIH-SIDA y la salud reproductiva de las mujeres". México, Instituto Nacional de Salud Pública, Perspectivas, Núm. 19.
  • Liguori AL. 1996. "El SIDA y la Salud Reproductiva". Mujer: Sexualidad y Salud Reproductiva en México. Langer A, Tolbert K (Eds.). EDAMEX: México. El Colegio de México, Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer. 1994.
  • "Mujer y SIDA", Jornadas 121, México. Rico B, Vandale S, Allen B, Liguori AL. (Eds.). 1997. "Situación de las Mujeres y el VIH-SIDA en América Latina". Instituto Nacional de Salud Pública, México.
  • Roth N, Hogan K. 1998. Gendered Epidemic. Representations of Women in the Age of AIDS. Routledge, New York and London.

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